

Nothing Is That Easy
Season 1 Episode 4 | 1h 12m 55sVideo has Closed Captions
Alberto hopes the new collection will be a major success so he can pay off Don Gerardo.
Alberto hopes that the new collection will be a major success so he can pay off Don Gerardo and break his engagement to Cristina.
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Nothing Is That Easy
Season 1 Episode 4 | 1h 12m 55sVideo has Closed Captions
Alberto hopes that the new collection will be a major success so he can pay off Don Gerardo and break his engagement to Cristina.
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Learn Moreabout PBS online sponsorship-¿Quieres casarte conmigo, Ana?
-Sí, claro.
Claro que sí.
-No puedes estar siempre siguiendo a una persona, Pedro.
-Yo pienso que si la quieres tiene que hacer algo.
-¿Tú sabes qué le pasa a este y que ha hecho con mi novio?
-¿Yo?
No, ni idea.
-Claro, si no pasa nada.
-¿A que no, cuñada?
-No.
Yo creo que estabas de acuerdo conmigo que lo del otro día fue un error.
-Por un momento he pensado... -¿Que me gustabas?
-Tontería.
-Sí.
-Quería transmitirle a don Alberto mi interés por el puesto de secretaria.
-A ver si con el interés es suficiente.
-Seguramente encontrará a alguien que escriba mejor que yo a máquina, pero no va a encontrar a nadie que conozca mejor que yo estas galerías.
Cuando miro a alguien a los ojos sé perfectamente lo que quiere y yo se lo consigo.
-¿Y qué es lo que quiero yo ahora?
-Contratarme.
Soy la nueva secretaria.
-Luisa, ¿verdad?
Quiero que la readmitas.
-¿Qué es esto?
-Estoy seguro de que cubrirá con creces su salario.
-Quería agradecerle lo que ha hecho por mí.
-No lo ande contando por ahí.
-No sé cómo me ha encontrado.
-Doña Blanca, disculpe.
Es uno de los nuevos empleados.
Viene por el uniforme.
-¿Le gusta mi colgante?
No creo que valga mucho dinero, pero valor sentimental sí tiene.
-Las deudas ascienden a más de 10 millones de pesetas.
-Sabía que había deudas, pero ¿en la ruina?
-Don Alberto, ¿qué puede decirnos sobre la situación económica de las galerías?
-No tengo nada que decir.
¿Cómo se pueden haber enterado?
-Si no nos conceden este préstamo, estamos hundidos, Mateo.
-No podemos ayudarle.
10 millones suponen un compromiso para mí y quiero que tú también te comprometas.
Nosotros formamos parte de tu proyecto y tú del nuestro.
Una familia, ¿entiendes?
-Voy a tener que vender.
-Tú has hecho todo lo que podías por salvar las galerías Velvet.
Pero yo aún no.
Dáselo y salva las galerías.
-¡Ana!
¿Por qué me haces esto?
-No me lo pongas más difícil.
-No me voy a casar con Cristina para que la gente conserve su puesto de trabajo, Ana.
No puedo.
-A lo mejor la solución de Ana no es tan mala.
Si te digo la verdad, solo veo dos opciones.
Salvar las galerías o estar con Ana.
Parece que a Ana ya la has perdido.
-Ana, ¿verdad?
Eres mi salvación.
No sabes cuánto tiempo llevo esperando esta invitación y justo hoy voy y engancho el vestido.
-Cristina, ¿quieres ser mi esposa?
-Sí.
Sí quiero.
[aplausos] -No sé qué hago aquí, Alberto.
Esto solo nos va a hacer más daño.
Te quiero.
[♪ Alba Libre: "Falling in Love"] [♪ música romántica] -Buenos días.
-Buenos días.
[♪ música romántica] -Buenos días, señorita.
-Buenos días, don Alberto.
[♪ música romántica] -Para, que nos van a ver.
-Nos queda medio piso.
-Bueno, entonces vale.
-Buenos días, señorita.
-Igualmente.
-Mateo, buenos días.
-Buenos días, don Alberto.
-Buenos días, Clara.
No esperaba verte tan pronto.
-Ni yo estar sonriente después de haberte comprometido con la Otegi.
Supongo que esto no tendrá que ver con que Ana estuviera en el ascensor.
-Ana coge el ascensor todos los días como cualquiera de los que trabajamos aquí.
Precisamente trabajo es lo que tú y yo tenemos para hartarnos.
-A sus órdenes.
Por cierto, tienes un poco de carmín en los labios.
Lo sabía.
Mi padre siempre decía que se coge a un mentiroso antes que a un cojo.
¿Me lo vas a contar?
-Un amigo me dijo que casarme por obligación no suponía renunciar al amor.
Y es lo que estoy haciendo.
-Menudos amigos que te buscas.
¿Creí que Ana era de las que no aceptaban ser la otra?
-No.
Ana no es la otra.
Y además no va a tener que soportar esta situación por mucho tiempo.
-¿Sabes lo que significa "hasta que la muerte os separe"?
-Voy a fijar la boda con Cristina para dentro de un año.
En un año tú y yo vamos a lanzar la nueva colección con la que vamos a romper todos los moldes.
Lograremos los beneficios suficientes para saldar la deuda con Gerardo y anular el compromiso.
-Y supongo que ya sabes cómo hacerlo.
-Vamos a contratar un diseñador especial.
Alguien joven, innovador, alguien que mira al futuro, alguien que lo va a cambiar todo, Mateo.
Voy a hacerme con las riendas de este negocio y le voy a demostrar a todo el mundo que no solo hay una forma de trabajar.
-De acuerdo, le diré que ha llamado.
Que tenga un buen día.
-Café cortado con dos azucarillos y leche templada para mi princesa.
-Eres un cielo.
Pero no hacía falta que subieras hasta aquí, que en esta planta tenemos cafetera.
-Pero si no es ningún esfuerzo, mujer.
Que antes te veía cada vez que atravesaba las galerías para irnos por un envío, y ahora que eres tú la que los manda, no me ha llamado para recoger ninguno.
-¿Y qué quieres, que me los invente?
Anda, tira, tira, que va a salir ahora don Alberto y no quiero que piense que hablo más que trabajo.
-¡Clara!
-Buenos días, don Mateo.
-Disculpe, yo solo venía a... -A ver si hay algún envío.
-Eso, y si como no hay ninguno, pues me voy ya.
Me voy.
-¿Un cortado con dos azucarillos?
-Con uno es suficiente, gracias.
Parece que se le está dando bien esto, Clara, sin experiencia.
-Solo hay que estar dispuesta a dar lo mejor de ti.
-¿Y de conseguir que alguien le traiga los cafés?
Por cierto, hágame un favor.
Busque el archivo que contiene la información sobre los diseñadores de las temporadas anteriores.
Londres, París, Milán.
Los quiero todos.
Y que llamen a doña Blanca, don Alberto quiere hablar con ella.
-Por supuesto.
-Gracias.
-Lo de siempre, lo de siempre, lo de siempre, lo mismo que estuvo vendiendo mi padre durante años.
La misma línea, la misma filosofía, lo mismo todo.
-Todo es lo mismo.
-Alberto, este no está tan mal.
Se hacen un par de cambios, se mantiene lo que le gustó a nuestras clientes.
Hay que ir más allá.
Lo clásico ya lo tenemos, lo seguiremos ofreciendo.
Pero nuestro objetivo ahora es atraer a las más jóvenes.
Y para eso hay que romper.
Hay que dejar volar la imaginación y ofrecer algo totalmente distinto.
Necesitamos un diseñador que no tenemos aquí.
Un momento, un momento.
-¿Qué haces?
-Ese es el dosier de los diseñadores con los que trabajaba mi padre, ¿verdad?
-Sí.
-Este es de los diseñadores con los que no quiso trabajar jamás.
-¿Vas a buscar en la lista negra?
-Estos tíos son reconocidos internacionalmente, Mateo.
París, Londres, Milán.
Mira esto, por favor.
Mi padre decía que era demasiado atrevido.
-¿Raúl de la Riva?
-Raúl de la Riva es un genio.
-Es demasiado atrevido.
-Consigue su teléfono.
-Te estás precipitando.
-Igual le dio ayer demasiado al cava en el homenaje, y brindando por don Alberto y doña Cristina.
Pepita.
-Perdón, hija, perdón.
-¿Tú cómo la ves?
Porque yo la veo bien.
Anoche llegó a las tantas de la mañana, pero tampoco quise preguntarle dónde había estado.
Ahora que te digo una cosa, ese hombre tiene muy poca vergüenza.
No me dirás que no podía haber elegido otro sitio para pedirle matrimonio a la señorita Cristina.
Uno donde Ana no estuviese presente.
-Rita, no hay que juzgar a las personas.
A veces les mueven motivos que no conocemos.
-¿Ahora estás de parte de don Alberto?
-Estoy de parte de Ana.
¿De qué parte voy a estar?
Además, aunque parezca que está bien, dudo que lo esté.
-Hija, pues cómo disimula.
Porque yo la veo hasta contenta, te lo juro.
-Supongo que todavía no habrás llamado a don Guillermo para decirle que finalmente no irás a Barcelona.
-Siento si le he hecho quedar mal.
-No te preocupes por mí.
Lo importante es que sepas lo que haces.
¿Lo sabes?
-Sí.
-¿Tus amigas habrán pesado también en tu decisión?
-Ellas y usted, tío.
Ya le dije que todo lo que me importa está aquí.
Y no voy a renunciar a ello, por ya sabe.
-Buenos días, don Emilio.
-¿Qué haces aquí?
-Es que no puedo venir a ver a un viejo amigo.
-No creo que nunca hayamos sido amigos.
Y si se refiere a don Rafael, le supongo al tanto de la noticia.
-Por eso he venido.
Quiero hablar con su viuda.
-Doña Gloria es una mujer muy ocupada.
-Seguro que encuentra un rato para hablar de los viejos tiempos que pasé con su marido en Cuba.
Y supongo que prefiere que lo hable con ella que con su hijo.
-No sé lo que ha venido a buscar aquí, pero dudo que pueda encontrarlo.
-Esperaré.
-No sé a qué hora va a venir doña Gloria.
-No tengo prisa.
-¿Está de acuerdo con los cambios propuestos?
¿Blanca?
-Sí, perdón.
Sí, muy bien, son adecuados.
-No mientas, son exigentes.
Pero comprenderá que todos los departamentos tenemos que reducir gastos.
-Claro, como usted diga.
Ahora mismo informaré a las chicas.
-Hay algo más que quiero que les diga.
-¿Una nueva colección tan pronto?
-Si acabamos de hacer un desfile.
-Un diseñador hará una línea exclusiva para las galerías Velvet.
-¿Un diseñador aquí?
¿Quién?
-Ni lo sé ni nos importa a ninguna de nosotras.
Nuestro trabajo es coser.
Y eso es lo que tienen que demostrar ahora.
Que son las mejores.
Cada una tendrá un encargo.
Aquella que mejor cumpla con su cometido será la encargada de ayudar al nuevo diseñador con la colección.
Tendrán muy poco tiempo.
Un día.
Así que ya lo saben, manos a la obra.
¿Y yo?
-Usted tiene trabajo de sobra con el vestido de Doña Cayetana.
-No pasa nada.
Tengo trabajo y eso ya es mucho después de lo que pasó.
Nunca voy a poder agradecerle a doña Cayetana y a su marido lo que han hecho por mí.
Que todos los males sean este.
-¡Pedrería!
No soporto la pedrería.
-¿Vas a decirme de una vez cómo has conseguido que el soltero más cotizado de todo Madrid te ponga un anillo en el dedo?
Aún recuerdo cuando lo perseguías por los jardines del Duque de Vargas.
-Éramos unos niños.
Pues le fui a visitar a Londres, cada vez con más frecuencia.
Y bueno, supongo que era cuestión de tiempo intimar.
-¿Cuánto tiempo exactamente?
-Ay, no seas malpensada.
Nos hicimos muy buenos amigos, nada más.
Y cuando murió su padre, pues supongo que uno se da cuenta de las personas que quiere tener a su lado.
Mira, ahí está.
-¿Y el galán que viene a su lado?
-¿Galán?
Hombre, galán, me parece a mí mucho decir, ¿no?
-Hola.
-Hola.
¿Te acuerdas de mi prima?
-Genoveva, ¿verdad?
-Sí.
-Hacía mucho tiempo que no coincidíamos.
-Demasiado.
-Él es Mateo Ruiz, subdirector de las galerías.
No te esperaba.
-Bueno, es que he pensado que era un buen momento para empezar con los preparativos de la boda.
¿No te parece bien?
-Sí, sí, sí.
Solo que no pensé que fuera necesario empezar tan rápido.
-Hay muchísimo que organizar.
El restaurante, el vestido, la lista de invitados -Desde luego que son muchísimas cosas, sí.
Llevará su tiempo.
-Solo quiero que cuando empiece nuestra vida juntos todo sea perfecto.
He esperado este momento tanto tiempo que ahora que ha llegado, quiero disfrutarlo cada segundo preparándolo.
-Muy bien.
Pues ¿por dónde quieres empezar?
¿Doña Blanca?
-Don Alberto, no lo esperaba.
-Cristina quiere empezar ya con los preparativos de la boda y por supuesto haremos el vestido aquí en el taller.
-Será un placer atenderla.
-Entonces la dejo en sus manos.
Ahora si me disculpan, señoritas.
-Si le parece bien, para empezar, le mostraré algunos de los modelos anteriores que han llevado a cabo nuestros diseñadores.
-Perdone, Blanca.
Le agradezco muchísimo su buena disposición, pero organizar todo esto supone un tremendo trabajo.
Yo lo sé, usted lo sabe, y Alberto no tiene ni idea.
Porque los hombres, aunque se creen que lo controlan todo, en estas cosas, entre mujeres, nos entendemos muchísimo mejor, ¿verdad?
Y sabiendo que hay tantísimo por hacer, y que usted tiene tantas responsabilidades, casi preferiría que me atendiera otra de sus chicas.
-Está bien, le buscaré a la mejor de mis chicas.
-Tenía una en mente.
Ana.
-Ana.
Perdone que le contradiga, pero no creo que esa chica esté preparada para... - Créame que sí que lo está, y si por lo que veo a usted no le resuelve mucho, creo que será la mejor opción, porque no le echará en falta.
-¿Ana?
Acuda inmediatamente al salón y atienda a la señorita Cristina.
Será su ayudante para los preparativos de la boda.
-¿Yo?
Pero yo no puedo hacer eso.
-Doña Blanca, yo puedo hacerme cargo.
-Sí, yo también.
Ya casi había terminado.
-He dicho Ana.
¿O atenderla le ocasiona algún problema?
-Bueno, es que todavía no he terminado el encargo que usted me dio.
-Ya no participa del encargo.
La señorita Cristina ha insistido en que sea usted quien le ayude.
Y tendrá que estar enteramente a su disposición.
-Doña Blanca, esto es una oportunidad muy buena.
-Tendrá más oportunidades.
Pero sólo una boda del propietario de estas galerías.
Vamos, no le haga esperar.
-Buenos días, señorita Cristina.
-Ana.
Aquí estoy.
¿Te lo puedes creer?
Al final la cena fue bien y el homenaje a don Rafael mejor todavía.
Alberto me ha pedido matrimonio.
¿No me vas a dar la enhorabuena?
-Claro, le deseo lo mejor.
-¡Ay!
Estoy tan ilusionada.
He pedido que seas tú la que se encargue de todos los preparativos de la boda.
Del vestido de novia y de todo lo que me haga falta.
-¿Lo que le haga falta?
-Sí.
No te preocupes que ya está hablado.
Es que voy a necesitar mucha ayuda.
Ana, aquella noche, la noche de la cena, con el vestido que se rompió, me salvaste la vida.
Creo que me das buena suerte.
-Yo se lo agradezco muchísimo, pero creo que doña Blanca está más capacitada para hacer esto.
Incluso cualquiera de mis compañeras tiene más experiencia.
Yo nunca he hecho una boda.
-No te preocupes, que lo vas a hacer muy bien.
Además, doña Blanca ya está al corriente.
Es mi manera de darte las gracias por todo lo que has hecho por mí.
No me puedes decir que no.
Ya verás, nos lo vamos a pasar genial.
-Si le parece bien, voy a por los catálogos.
[♪ música pop] -Galería Velvet, ¿en qué puedo ayudarle?
-Hola, ¿puedo hablar con don...?
-¿Clara?
-Ana, ¿eres tú?
-Sí.
¿Qué tal?
¿Qué tal tu primer día?
-Bien, bien, bien.
Pero aún estoy un poco nerviosa.
Oye, ¿a ti qué te gusta más?
Galerías Velvet.
¿En qué puedo ayudarle?
O mejor, despacho del señor Márquez.
¿En qué puedo ayudarle?
Mejor la primera, ¿no?
-Clara.
-Espera.
¿Sí, don Alberto?
-Estoy esperando a la señora Gloria y a mi hermana.
Avísame cuando lleguen.
-Por supuesto, y enseguida le llevo el informe que me pidió.
Ana, tengo que dejarte, ya lo has oído.
Esto es un no parar.
Y oye, muchísimas gracias por llamar, eres un amor.
-Buenos días, doña Gloria.
Si me permite, quisiera hablar con usted.
Es urgente, señora.
-Adelántate tú, hija, que ahora voy yo.
Dígame.
-Ha venido un hombre a hablar conmigo.
Es ese.
Quiere verla a usted en privado.
Se habló de Cuba, señora.
La está esperando.
-¿Qué quiere?
-No me lo ha dicho.
-Vaya el grano.
-Supongo que Emilio le ha comentado algo.
Su marido, que en paz descanse, y yo, mantuvimos negocios a lo largo de muchos años.
Mi marido está muerto y yo le rogaría que respetara su memoria.
-Nadie ha sentido la muerte de don Rafael más que yo.
Pero al igual que su hijo ha heredado las galerías, podría estar interesado en heredar otros asuntos de su padre.
-¿Qué es lo que quiere?
-¿Usted qué quiere?
-Mire, yo no tengo ni idea de lo que le pagaba mi marido, pero le puedo asegurar que este no es un buen momento para el negocio.
-¿No dicen eso los periódicos?
-Los periódicos también deberían hablar de las deudas que nos dejó mi marido.
-Mire señora, a mí las deudas no me importan, pero sé que a usted sí le importa que se sepa la verdad.
Le aconsejo que siga el ejemplo del difunto Rafael.
Con esto será suficiente para no tener que verme nunca más.
-Disculpad mi retraso.
-¿Está bien?
-Sí, sí, perfectamente.
-Quería comunicaros que los planes para sacar esta empresa adelante ya están en marcha.
- ¿Y qué planes son exactamente?
-Estoy haciendo recortes y me he visto obligado a reducir vuestra asignación.
Y también la mía.
-¿Qué has hecho qué?
-Se suponía que la aportación de Gerardo arreglaría las cosas.
-No es suficiente.
-Ya.
Y entonces la solución es quitarle el dinero a tu familia, ¿no?
-Estoy intentando enfrentar esta situación de la mejor manera posible.
Esta empresa necesita renovarse y para eso necesitamos un esfuerzo común.
-¿Común?
¿Qué renovaciones son?
-Voy a contratar un diseñador para que trabaje en exclusiva para Velvet.
-¿A quién?
-Raúl de la Riva.
-¿Ese estrafalario?
-No, es un genio.
-Sí, pues tu padre lo tenía vetado.
-Yo creo que va siendo hora de cambiar las cosas en las que mi padre se equivocaba.
-¿Cómo, por ejemplo, no dejarme ser parte del negocio?
-Es que tú no tienes ni idea de cómo funciona esto, Patricia.
-Pues enséñame.
-¿Es lo que quieres?
-Sí.
-Muy bien.
Baja al taller y pide que te den un uniforme.
Empezarás mañana mismo, si tú quieres.
-Bueno, definitivamente tú estás perdiendo la cabeza.
-Yo es lo que hice.
Me fui a Londres, estudié y me puse a trabajar de dependiente.
Por eso hoy estoy aquí.
Cuando hagas eso podrás opinar y formar parte de la dirección.
-¿Crees que voy a dejar que me humilles?
-Bueno, vamos a ver, ya está bien.
Ni tu hermana va a trabajar de dependienta ni tú vas a traer aquí a ese mamarracho.
Ahora mismo voy a llamar a un abogado.
-Puedes hacer lo que quieras, que no va a cambiar nada.
Lo he consultado y estoy en todo mi derecho.
Y ahora, por favor, si me disculpan.
-Un día te vas a arrepentir de todo esto.
-¡Ha perdido la cabeza!
¿Cómo ha podido decirme lo del uniforme?
¿Le parece normal?
¡Madre!
-¿Qué, hija, qué?
-¿Le parece normal?
-Pues no.
¿Pero cómo voy a estar de acuerdo que nos quiten el dinero?
Pero ya lo has oído, ¿no?
No puedo hacer nada.
Y lo del uniforme solamente lo ha dicho porque sabe que tú eres incapaz de hacer algo así.
-No soy incapaz.
Es que no me parece adecuado que yo, que soy propietaria de esas galerías, me ponga a trabajar.
Pero está visto que mi hermano piensa que soy incapaz y usted también.
-Pero si no has trabajado en tu vida, hija.
-Lo que no significa que no pueda.
Está visto que para esta familia solo soy una niña bonita y descerebrada que luce bien los vestidos de las galerías.
-¿Pero quieres dejar de decir tonterías?
-¿Todo ese tiempo regalándome el oído para qué?
¿Para que cuando tenga más poder sea usted la que lo controle todo?
-Patricia, no me hables así, ¿eh?
-Padre al menos era sincero conmigo.
Y no una cínica y embustera como usted.
-Mira, el día que entiendas que el mundo no gira a tu alrededor, todos vamos a ser un poquito más felices.
Que hay cosas más importantes que tus caprichos.
Vete a casa, todavía tengo cosas que hacer aquí.
-¿Va todo bien, señora?
-Ojalá pudiera decirle que sí, Emilio, pero esto se tuerce por momentos.
-¿Es por ese hombre?
-Entre otras cosas, sí.
-Supongo que viene a reclamar el sueldo que le daba su marido.
-Así que usted lo sabía.
Parece que quiere seguir viviendo a costa de los Márquez, pero no llega en el mejor de los momentos.
-¿Y qué piensa hacer?
-Le daré lo que pide y que desaparezca.
-¿Está segura?
-¿Es que tengo otra opción?
Pilar, soy Gloria.
-¿Se encuentra usted bien?
-Sí, perfectamente, gracias.
-¿Segura, señorita Márquez?
-Veo que recuerda mi nombre.
¿Y usted por qué lo hace?
¿Por mi aspecto o por mi apellido?
-Porque me acuerdo, simplemente.
A mí hay días en los que tampoco me apetece sonreír.
Sabe, la recuerdo porque usted me ayudó a conseguir mi trabajo, sin conocerme de nada.
Por eso le estoy sumamente agradecido.
-Y volvería a hacerlo.
Pero no le diga a sus compañeros que tengo favoritismos.
Podrían molestarse.
-Estoy seguro de que consigue todo lo que se propone.
Si me disculpa.
-¡Oh!
No, no.
Sin adornos ni remates.
-Pero el encaje realza el vestido.
-Que no, liso.
Y la manga un poquito más corta.
Ay, perdóname, Ana.
Es que me he imaginado tantas veces este vestido en mi cabeza que... -No se preocupe.
Tengo más bocetos del estilo de Pertegaz en el armario y voy a por ellos.
-Solo quiero que todo sea perfecto.
-Y lo será.
A pesar de las noticias que circulaban hace unos días por todo Madrid.
Se decía que habían visto a Alberto con una muchacha en el funeral de su padre.
-Ay, que poco necesita una cotilla para montar un romance de un simple incidente.
Una amiga fue a darle el pésame en el funeral y se desmayó.
Alberto la auxilió, sin más.
-¿Y no te preocupa?
Porque llegaron a decir que era su amante y que se había desmayado porque estaba embarazada.
Bueno, eso han dicho, pero no es para escandalizarse.
No sería el primer señorito de su clase que deja a un amante encinta.
-Alberto no es de esa clase de hombres.
-¿De los que tienen un amante o de los que la dejan encinta?
-De ninguno de los dos.
Es un caballero.
-¿Entonces no tengo que preocuparme por ti?
¿Cómo?
¿De pronto te había entrado tanta prisa por la boda?
Pensé que tal vez pues -No, por Dios, no.
-¡Ay!
-Pero si Alberto y yo ni siquiera... hacer eso antes del matrimonio es indecente.
Yo no soy una cualquiera.
-¿Cómo va todo?
-Pues seremos primas, pero en cuanto a gustos, no tenemos nada que ver.
Menos mal que Ana sí que sabe lo que me gusta.
¿Has encontrado esos bocetos?
-Sí, aquí están.
-Gracias.
A ver, mira qué novedad.
No, tú ni hablar.
El novio no puede saber nada del vestido.
No vayamos a gafar la boda.
-Bueno, voy a buscar unos tejidos.
-Ana.
¿Qué ha pasado?
Le dije a Blanca que se ocupara de ella.
-Ya, pues ella prefiere que sea yo.
-¿Por qué?
-¿Te acuerdas de lo del otro día del vestido?
Pues ahora debe creer que soy su hada madrina.
Dice que le doy suerte, imagínate.
-Voy a hablar con ella y le diré que lo tiene que hacer otra.
No te preocupes.
Perfecto, me parece muy bien.
La esperamos en el salón.
-Hombre, siempre trabaja.
-Cristina.
Dime.
-¿No iba a ser Blanca la que te iba a ayudar con el vestido?
-La liberé del encargo, Alberto.
Espero que no te moleste.
Sé que debe tener mucho trabajo y, sinceramente, prefiero a Ana.
-Hay modistas mucho más cualificadas que hay aquí en el taller.
-Pero a ella la conozco y me cae bien.
Además, se ve que es muy buena chica.
-Si no, digo que no.
Lo que pasa es que dudo que pueda confeccionar un vestido de novia.
-Pero a ti ¿qué más te da?
¿Acaso tienes algún problema con ella?
-Ninguno.
Lo que pasa, cariño, que yo lo que quiero es lo mejor para ti aquí.
-Ana tiene mucho más talento del que te imaginas.
Tiene muy buenas manos y, además, es una persona muy discreta y muy amable.
Confía en mí.
-Aquí están los muestrarios.
Si quiere podemos revisarlos ahora.
-Mucho me temo que no va a ser posible.
Se me había olvidado, pero esta tarde he quedado con unas amigas.
-Cristina, estoy pensando que ya que confías tanto en Ana, a lo mejor ella me podría ayudar con el traje de novio.
No me lo voy a hacer en otro sitio que no sea en las galerías, y así ella puede supervisar los dos modelos.
-Pues me parece muy buena idea, así que si no te importa y dispones de tiempo.
-Muy bien, pues habrá que empezar cuanto antes.
Yo tengo una hora libre mañana a las diez.
-¿Le viene bien?
-Claro, don Alberto.
-Muy bien, lo único que tendrá que ser en mi despacho.
-Perfecto, ahí estaré.
-Muy bien, pues nada, hasta mañana.
-Muchas gracias.
-Que pase un buen día.
[♪ música alegre] "A las 12 en la azotea.
Te quiero".
-¿Cómo estás?
-De los nervios.
-¿Por haber perdido la oportunidad de trabajar con un nuevo diseñador o por tener que hacer de asistente de doña Cristina?
Por las dos, claro.
Si es que ya es mala pata que se ha empeñado en que estés con ella con todos los preparativos.
-Mira, ya está hecho, no le demos más vueltas.
-Me alegro que lo lleves tan bien.
Yo no sé si podría estar cerca de ella armada de alfileres y tijera.
-Bueno, ¿cómo está mi jardín esta mañana?
Hola, preciosas.
-A ti y a mí un día nos levantan un monumento, Ana.
-Luisa, don Francisco está arriba, es por la entrega de doña Cayetana.
Te espera en los probadores, me ha dicho.
-Gracias.
-Es un trabajo muy fino, Luisa.
Debería estar orgullosa.
-Muchas gracias.
No sabe cuánto lamento que no pueda llevárselo aún.
-No se apure.
Me consta por Cayetana que estaría listo para mañana.
Ah, me ha dicho Cayetana que no le convence del todo el talle.
-¿El talle?
Bueno, eso es verlo puesto.
En el desfile era uno de los que más lucía, se lo aseguro.
-Supongo que es eso justo lo que necesito para convencerme.
¿Por qué no me hace el favor de ponérselo usted?
Sería mejor vérselo a Cayetana, pero ya que no ha podido venir.
Y yo no soy muy bueno imaginando.
Tampoco quiero que Cayetana después me ponga pegas por no haber puesto suficiente atención en los detalles.
-Bueno, ya ve que a mí me queda grande, pero esto del pecho a ella le va a quedar perfecto.
-Permítame.
Y dígame, ¿cómo está su marido?
-Mejor, está mejor.
-No me diga.
-Sí, ojalá pueda venir pronto.
Tengo tanto que agradecerle, don Francisco.
-Tenía usted razón, visto así parece otro, me gusta.
Bien, le dejo que se cambie tranquila.
Le diré a mi mujer que se pase mañana.
Muchas gracias por sus atenciones, Luisa.
-Pensé que no tendría que explicártelo.
No va a haber más dinero.
-Tenemos un acuerdo, Pilar.
¿A qué viene esto?
-No fui yo quien rompió nuestro acuerdo, Gloria.
Cuando Alberto rechazó mi oferta por las galerías, tú ni siquiera abriste la boca.
-Pero es que yo no sabía que Alberto iba a tener tan en cuenta a los trabajadores.
Me quedé tan sorprendida como tú.
Sí, no supe qué hacer.
Fue un error, sin duda.
Pero eso no es una deslealtad que tenga que romper nuestro pacto.
No, es simplemente cuestión de cambiar de estrategia.
-Yo ya lo he hecho, querida.
Pero mi estrategia no te incluye.
Dale la enhorabuena de mi parte por la boda a tu hijastro.
-¿Qué haces aquí?
-Me ha mandado don Emilio para que me expliques cómo funcionan los pedidos.
-Creo que has entendido perfectamente la pregunta que te he hecho.
-Seguro que usted ya sabe lo que hago aquí.
He venido a conocerla.
-Pues ya me conoces.
-¿Doña Blanca?
La señorita Patricia necesita un uniforme de dependienta.
-¿Para qué?
-Me gustaría tenerlo cuanto antes.
Y, don Emilio, me gustaría que fuese Maximiliano quien me enseñara el trabajo.
-Señorita, considero más conveniente que se encargue de ello alguno de los dependientes con mayor experiencia.
-Bueno, yo creo que él puede cumplir de sobra con esa función.
-De acuerdo, síganme.
-Adiós.
Doña Blanca.
[♪ música en inglés] -Esas piernas no me suenan, pero no están nada mal.
-Es mi hermana, Mateo.
-¿Patricia?
¿Qué hace vestido así?
-Pensaba que iba a decir que sí.
Esto nos va a traer problemas, lo estoy viendo venir.
-A lo mejor no es tan niñata como te crees.
-Ojalá tenga razón y nos pueda ayudar aquí, pero no lo creo.
Me voy, me he quedado con el de arriba.
¿No te vas?
-No, prefiero quedarme a revisar nuestras agendas.
-Hasta mañana.
-¿No se marcha, Clara?
Le recuerdo que su turno terminó hace un minuto.
-Me gustaría quedarme un rato más, si no es molestia.
Tengo que ponerme al día con muchas cosas que aún no sé hacer bien.
-Me cuesta creerla.
Ha demostrado mucho para llevar tan poco tiempo en su puesto.
-Eso es porque no me ha visto esta tarde respondiendo al teléfono y con esto.
Es que no sé manejar el cacharro este.
¿Este botón para qué funciona?
-¿Quieres saberlo de verdad?
Nadie lo sabe.
Ni siquiera Nieves lo sabía y eso que llevaba trabajando toda la vida detrás de ese escritorio.
-¿En serio?
-¡En serio!
Es una pena que quiera quedarse porque podría acompañarme a cenar algo a la Alcalá.
Iba a ir con Alberto, pero me ha dejado tirado por su prometida.
Dejar tirado a tu mejor amigo por tu futura esposa.
Mal empezamos.
-Yo agradezco mucho su propuesta, pero no creo que sea lo más apropiado.
-¿Apropiado?
Yo solo tengo hambre.
Y dudo mucho que usted, con el lío que ha tenido hoy, haya podido almorzar.
Además, así me cuenta su impresión sobre el primer día y sobre el filet mignon de la Alcalá.
-¿El "filet" qué?
-Mignon.
¿No lo ha probado?
¿Nunca?
Pero eso es una falta grave, Clara, gravísima.
Es mucho peor que no saber cómo funciona el interfono.
Nadie que trabaje en estas galerías debe ignorar la existencia del filet mignon de la Alcalá.
Tiene que ayudarme a remediar esta tragedia ya.
-Hola, Clara.
-Hola.
-Hola, mi amor.
-Hola.
¿Qué tal?
-Es por el carmín.
-Oye, cuando acabes, ¿vamos a tomar algo?
-Yo creo que no voy a poder.
-¿Por?
-Pues porque don Mateo me ha pedido que le ayude a ponerse al día, hay mucho trabajo.
-Ya, ya, ya, Pedro, a mí tampoco me gusta.
¿Pero qué hago?
No le puedo decir que no, acabo de empezar.
-Bueno, vale, pero otro día.
¿Podéis vosotras?
-Yo hoy no puedo, Pedro.
-Sí, mejor otro día.
-Chao.
-Chao, mi amor.
Oye, es guapo el don Mateo este, ¿eh?
-¿Sí?
No me he fijado.
-Hombre, feo no es, pero ¿eso qué más da?
-No, bueno, solo decía.
-Rita, necesito un consejo de hermana.
¿Cuál te gusta más?
-¿Cuál me gusta más para qué?
-Para una cena, en un sitio elegante.
-Pero no le acabas de decir a Pedro que tenías trabajo.
-¿Y qué querías, que le dijera que don Mateo me había invitado a cenar?
-¿Don Mateo te ha invitado a cenar y tú has dicho que sí?
-Rita, que es el Alcalá.
Tú sabes el tiempo que llevo soñando con ir al Alcalá.
Y además que es una cena, para hablar de trabajo.
-Sí, claro.
-¿Qué?
No tiene nada de malo.
-Si no tiene nada de malo, ¿por qué se lo ocultas a Pedro?
-Pues porque ya sabes que es muy celoso y no lo iba a entender.
-Pues claro que no lo iba a entender, ni yo tampoco.
Clara, que tú ya tienes a un novio que te saca a cenar.
-Por favor, no le digas a Pedro nada.
Te prometo que no va a pasar nada con don Mateo.
-Si pasa o no pasa, es cosa tuya.
Solo digo que, bueno, si no quieres a Pedro... -Pero claro que quiero a Pedro.
Por eso, precisamente, no quiero que se entere.
Rita, ¿tú te das cuenta de que llevamos toda la vida vistiendo a esas mujeres que don Mateo invita a cenar?
Imaginando cómo son esos lugares donde lucen esos vestidos maravillosos.
Y hoy yo voy a poder conocerlo.
¿Tú no irías?
Entonces, ¿mejor este?
¿Y me abrirás la puerta si llego tarde?
-¿Me queda otra?
-Eres la mejor.
-¿Sí?
-Servicio de habitaciones.
-¿Qué haces aquí?
¿Es que no sabes que este es el pasillo de chicas?
-¿Es que no me vas a dejar pasar?
¿Qué quieres, que me echen por traerte la cena?
-Pasa.
¿Siempre tienes tanta cara dura?
-Lomo y queso, tortilla española, la señorita elige.
-Este.
¿Quieres?
-Menudo mordisquito.
¿Eso es lo mejor que sabes hacer?
-Pensé que estarías con la señorita Patricia.
-¿Estás celosa?
-¿Por qué iba a estar celosa?
-¿Carmen?
-¡Un momento!
-¿Ibas a cenar?
¿Dos bocadillos?
-Es que se ha equivocado el camarero y me puso dos cuando se lo pedí.
Y no sé, a lo mejor a usted le apetecía uno.
-No, gracias.
-¿Sucede algo?
-Carmen, sé que muchas veces crees que soy demasiado dura contigo, pero créeme, eres mi hija y solo quiero lo mejor para ti.
Buenas noches.
-Que descanse.
Ya puede salir.
-Doña Blanca es tu madre.
-En horas de trabajo ella es la jefa del taller y yo una dependienta.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Pues porque sabía que harías lo que estás a punto de hacer, marcharte.
-Es tarde, será lo mejor.
-Gracias por la cena.
-Muchas gracias por venir.
-¿Por qué me ha citado aquí?
-Pensé que usted preferiría un lugar neutral.
-¿No será porque tengo prohibida la entrada a las galerías?
-No, por favor.
Quiero llevar este tema con discreción.
No quiero que nadie sepa que estoy negociando con usted.
No hasta que haya algo seguro.
-¿Negociando?
Yo creo que primero tendría que decirme qué es lo que quiere de mí.
-Siéntese, por favor.
Quiero que diseñe la nueva colección para Galerías Velvet.
-Usted no sabe quién soy yo.
-Conozco su obra a la perfección.
He visto todas sus colecciones y es increíble.
No tengo ninguna duda de que es a usted al que estoy buscando.
-No, gracias.
No tomaré nada.
No estaré mucho tiempo aquí.
-Nuestras colecciones ya no resultan innovadoras.
Conservan una clientela fiel, eso sí, pero yo quiero abrir nuevos mercados.
Y para eso necesito una persona como usted.
-Mire, su padre se encargó de decirme bien claro que ninguno de mis diseños tendría cabida en sus escaparates.
-Mi padre tenía una visión de las galerías que no tiene nada que ver con la mía.
Yo quiero hacer de Velvet el nuevo referente de la moda española.
Quiero que las mujeres jóvenes entren a comprar a Velvet y que encuentren vestidos que podrían encontrar en Londres, en París, en Nueva York, en Milán.
-Hacer de Galerías Velvet algo moderno.
¿Usted sabe a todo lo que se arriesga?
¿Es consciente de que podría perder gran parte de la clientela con este intento?
-Nuestras clientas seguirán encontrando lo que buscan.
Eso ya lo tenemos.
Y usted se encargará de hacer venir a esas mujeres que ahora mismo no quieren entrar en Velvet.
-Quiero libertad absoluta para crear.
-La tendrá, confío en usted.
-Quiero un equipo responsable y dispuesto a trabajar duro.
-Tendrá las mejores modistas de España.
-Quiero una suite en el Ritz el tiempo que dure mi estancia aquí.
-Desde hoy mismo, si así lo desea.
-Mire, no sé si es usted un valiente, un chalado, pero me gustaría saber si todo lo que me dice es cierto.
-Venga a las galerías y le demostraremos todo nuestro potencial.
-No le prometo nada.
Tendrá que seguir siendo tan persuasivo como hasta ahora.
Y si veo cualquier cosa que no me gusta, simplemente me iré por donde he venido.
-Estoy convencido de que eso no va a pasar.
[silbido] -Suba.
Ya verá, el sitio le va a encantar.
Ya sabe lo que dicen de estos sitios.
Visto un restaurante de lujo, vistos todos.
-Ah, sí, sí, bueno, ya.
Pero eso lo tendré que decir cuando volvamos.
Que espero que no sea tarde.
-Tranquila, Cenicienta.
Prometo que volveremos antes de que den las doce campanadas.
-Y yo espero no perder un zapato.
Bonito coche.
-Ahora lo es mucho más.
¿Un poco de música?
-Me encanta esta canción.
[♪ música alegre] -No creo que aquí nos vayan a servir postres.
-Aquí nos van a servir cosas muchísimo mejores, ya verás.
-¿Don Mateo?
-Sí.
-Su mesa.
-Por favor.
[♪ música en inglés] -Por favor.
¿Te apetece beber algo?
-Sí, una soda, por favor.
-¿Has visto a alguien beber soda por aquí?
-¿Entonces un San Francisco, no?
-Eso está mucho mejor.
-¿Cómo dices que se llamaba este cóctel?
-Filet mignon.
-Qué mentiroso.
-Clara, sin experiencia, ¿qué tal si te da esto de bailar?
-Uy, no quieres verme bailar.
-¿Es que bailas fatal?
-No, es que bailo demasiado bien.
[♪ música en inglés] -¿Quién les iba a decir?
-Buenas noches.
-Hija.
-Padre.
-No esperaba verla aquí, Gloria.
-Bueno, Gerardo me dijo que había cena familiar y no me imaginaba que te iba a molestar encontrarte aquí con tu madre.
-Por supuesto que no es verdad.
Así podremos celebrar el compromiso en familia.
-¿Usted cree que soy tonto?
Si mi padre le viera.
-Si tu padre estuviera aquí, tendría unas cuantas cosas que decirte.
-Aún tengo que hacer el recuento final, pero creo que serán solo unos 300 invitados por nuestra parte.
¿No es así, padre?
-Yo no creo que tenga tantas personas que invitar.
-Bueno, puede que tú no, Alberto, pero tu padre seguro que sí los tendría.
No podemos olvidar los compromisos de los Márquez y las galerías.
¿O es que en esto también pretendes ahorrar, hijo?
No sé si te ha contado la política de austeridad que pretende llevar a cabo.
-Sí, me ha informado.
Y estoy de acuerdo con ello.
-Yo no creo que recortar la asignación de los socios vaya a ser la solución a la ruina.
-Cuando las cosas no van todo lo bien que debieran, estarás de acuerdo conmigo que hay que apretarse el cinturón.
Tú y yo hemos vivido épocas no tan buenas.
-Que afortunadamente quedaron atrás.
-Sí, pero no creo que eso afecte al nivel de vida de vuestra familia.
Y mucho menos a la boda de nuestros hijos.
-No, por supuesto.
Eso es lo último a lo que debería afectar.
-Por cierto, ¿ya habéis pensado en una fecha?
-La primavera que viene.
-¿Un año?
-Más o menos.
-¿No es mucho tiempo?
-No, Alberto cree que todavía quedan muchas cosas que preparar y además queremos que haga buen tiempo.
-Tengo amigos en la conferencia episcopal, no habrá que esperar tanto.
Y si es por el tiempo todavía quedan dos meses de sol.
-Yo creo que es un poco repentino.
Quiero decir que con tan poco tiempo, ¿cree que podrán venir todos los invitados?
-Te aseguro que no faltará nadie.
Es la boda de mi única hija.
Y será la más grande que haya visto Madrid.
Tranquilo, mañana mismo me pongo con ello.
-Rita.
-Pensaba que te habías quedado dormida.
-No.
¿Qué tal la cena?
-Bien.
Tengo todo el día pensando en ti.
-Y yo en ti.
-Cuando tenía 15 años me conformaba con darte un beso.
-¿Y ahora qué quieres?
-Ahora quiero más.
Antes me imaginaba cómo sería estar contigo.
Y ahora lo sé.
Estoy perdido.
-¿Qué vamos a hacer?
-No te imaginas todas las cosas que tengo pensadas para los dos.
-¿Ah sí?
¿Dónde me vas a llevar?
-¿Dónde quieres ir?
-Al cine, al teatro.
-¿Dónde más?
-Al hipódromo a apostar a los caballos.
En serio, Alberto, me da igual donde sea con tal de estar contigo.
Mira, me conformo con un pisito de esos.
Uno pequeño para ti y para mí.
Y algún día poder decirte "Alberto, apaga la luz, que están los niños dormidos".
Me encantaría.
[risas] -Lamento que al final se hiciese tan tarde, si doña Blanca dice cualquier cosa... -No se preocupe, se piensa que es la primera vez que llego a estas horas.
Pues no.
-Clara, lo he pasado muy bien.
-Y yo.
-Es una lástima que la noche termine aquí.
-Bueno, mañana tenemos que madrugar y... [♪ música en inglés] Lo siento.
Tengo que irme.
-¿Qué tal la cena?
-Bien, bien.
-¿Eso es todo lo que me vas a contar?
-Bueno, ¿qué quieres que te cuente?
-¿Por qué no me miras?
-¡Clara!
-Pedro, ¿qué haces tú levantado?
-¿Y tú qué haces así?
-¿Así cómo?
-Joder, tan emperifollada, ¿no?
-Mi hermana se pone guapísima y eso es lo único que se te ocurre decir, que está emperifollada.
-¿Y qué quieres que diga, Rita?
Si me la encuentro a esta hora, pintada como una puerta por los pasillos.
-Desde luego.
La pobre que no ha ido a verte hoy al trabajo porque tenía muchas cosas que hacer y se esmera para ir guapísima y darte un beso de buenas noches y para ti sólo está pintada como una puerta.
-No jorobes.
¿En serio me ibas a dar un beso de buenas noches?
-Iba, iba.
Que ya no pienso ir, se me han quitado las ganas.
Anda, vamos.
-Mujer, no te pongas así, de verdad, que lo siento mucho.
-Eres la mejor hermana del mundo, lo sabes.
-Sí, hija, sí, tanto que lo sé.
Ana, yo cada día estoy más convencida de que soy tonta de remate, todo el mundo me toma por el pito el sereno, ¿sabes?
La última de mi hermana.
Va y sale a cenar con don Mateo, emperifollada y pintada como una puerta, como la que sale con su novia el domingo.
Y sin decirle nada a Pedro, por la espalda, pero no pasa nada, porque aquí está la hermanita boba que le abre la puerta a estas horas.
Y la que le cubre la mentira delante de Pedro.
Chata, por lo menos atiéndeme mientras te cuento mi drama.
Lo que yo te diga, tonta de remate.
-Don Alberto, hasta mañana.
-Ana... Guapa.
[♪ música emotiva] -¿Alberto?
¿Alberto?
¡Alberto, mi amor!
¡Alberto!
¡Alberto, reacciona!
¡Por favor!
Por favor, necesito ayuda.
Sí, han golpeado a un hombre en Galerías Velvet.
Vengan rápido, por favor, cuanto antes.
Mi amor, ¿estás bien?
-Sí, estoy bien.
Creo que me han golpeado en la cabeza.
-He visto a un hombre salir corriendo.
-¿Estás bien?
-Sí, pero le he visto.
¿Quieres que hable con la policía?
-No.
Tienes que irte.
-¿Pero cómo te voy a dejar así?
-No pueden saber que estás aquí, Ana.
Vete, por favor.
-¡Rita!
-¡Hombre!
¡La de las almohadas!
Se ha puesto de moda lo de escaparse de noche.
-Rita, que han entrado en las galerías y han golpeado a Alberto.
-¿Qué dices?
-Lo que oyes.
-¡Ay, Jesús!
-Y además creo que el ladrón me ha visto.
-¿Y qué más da que te haya visto, mujer?
Lo que importa es que no te ha hecho nada.
-¿Don Alberto está bien?
-Sí.
-¿Y tú qué hacías con él?
-¿Estaba en su despacho?
-Entré a coger la chaqueta, vi la caja fuerte abierta y alguien me golpeó en la cabeza, ya se lo he dicho.
-¿No vio quién le golpeó?
-No, me sorprendió por la espalda.
-¿Recuerda cualquier detalle?
Aunque parezca irrelevante.
Algo fuera de lugar, algún ruido que le llamara la atención.
-Fue todo muy rápido.
No.
-¿Cree que algo de lo que ha ocurrido puede estar relacionado con la muerte de su padre?
-No lo sé.
-¿No había nadie con usted en ese momento?
-No, estaba solo.
-Me ha confirmado la central de la comisaría que la llamada la hizo una mujer.
Y hemos encontrado esta chaqueta en el despacho.
-Alberto.
-Hemos venido en cuanto nos hemos enterado.
¿Qué ha pasado?
-Nos han robado.
-Olvídate del dinero.
¿Estás bien?
-Sí.
-Menos mal que no te ha pasado nada.
-¿Pero tú qué hacías aquí?
-Trabajar.
-¿A estas horas?
-Doña Gloria, supongo que se hace una idea del enorme trabajo que supone hacerse cargo de estas galerías.
-¿Clara?
¿Qué haces ahí?
¿Es verdad que están interrogando a gente ahí?
-No es asunto tuyo.
Vámonos.
-Espera, espera.
-¿Qué haces?
Aléjate de aquí.
-¿Solo la secretaria puede cotillear?
-Yo no estaba cotilleando, solo quería saber si necesitaban algo.
-¿Y cuándo sería?
Es que yo no oí nada.
-Pues no lo sé, Pedro.
Yo estaba durmiendo.
Ya viste la hora que me metí a la cama después de venir.
-Menos mal.
Que diga pillar el robo trabajando y te pasa algo y Dios mío de mi vida.
Yo no sé lo que haría.
Yo me voy a la calle por los ladrones.
¡Hombre!
-Sí, ahora eres tú el caballero de la brillante armadura, ¿no?
-¿Por ti?
Yo me enfrento a más de 500 si hace falta.
Como Cid.
Quita.
-Eh, Clara, Clara, ya escucha.
-¿Sigues enfadada?
-No.
-Pues dame el beso que no me diste anoche.
-Pedro... Don Mateo.
-Clara, por favor, café para todos.
-Ahora mismo.
-Disculpe, don Mateo.
Entienda que estaba preocupado por mi novia.
-¿Su novia?
-Es guapa, eh.
He tenido suerte, la verdad.
-Mucha suerte, sí.
No hay duda.
-Me voy a trabajar.
-Don Mateo... -Cuatro, los cafés, por si quiere pedirle a su novio que los traiga.
Gracias.
-¡Doña Blanca!
-Doña Blanca!
-¿Quiere dejar de gritar?
¡Ya le he oído!
-Desde que la conozco, es la primera vez que no está en su puesto de trabajo diez minutos antes de la hora, comprenderá que me haya preocupado.
-Pues no tiene de qué, ya lo ve.
-No puede decirse que hayamos sido grandes amigos en estos años, pero... Si necesita algo, no tiene más que pedírmelo.
-Tengo mucho trabajo que atender, así que si no le importa, ya llego tarde.
-Anoche se produjo un robo en los almacenes.
Agentes de la policía están interrogando a todos los trabajadores del centro.
Y nosotras no vamos a ser una excepción.
¡Silencio!
Durante el día de hoy, ustedes deberán estar a disposición de la policía cuando los agentes lo estimen oportuno.
Por lo demás, es un día normal y quiero que sigan trabajando al ritmo habitual.
Lo que tengan que decir, se lo dicen a los agentes.
-No pueden saber que estaba con él.
-¡Ay, madre!
-Sé que no está bien, Luisa, pero le quiero tanto.
El sacrificio que estamos haciendo Alberto y yo por las galerías es demasiado grande.
Tenías tu razón.
-¿Qué sacrificio?
¿Soy la única que no se entera aquí de nada o qué?
¡Ay, Dios!
¿Qué le dijiste tú que se casara con Cristina?
-¡No me han oído!
¡A trabajar!
-Me encanta.
Tienes unas manos fantásticas, Luisa.
-Gracias, doña Cayetana.
Lo que hablamos, don Francisco.
Ya le dije yo que no va a tener ningún problema con el talle del vestido.
-¿Y desde cuándo te interesa a ti el talle de este vestido?
-Aunque no lo creas, te escucho quejarte cuando un vestido no te hace justicia.
-¿Y has venido a hurtadillas a ver a la modista por mi vestido?
-Pues claro, porque me gusta verte radiante, como te mereces.
-Qué adulador eres cuando te interesa.
-Me he quedado sin alfileres.
Si me disculpa, doña Cayetana.
-Muy bien, querida.
-Luisa, Luisa.
-Don Francisco, ¿qué hace usted aquí?
-Necesitaba hablar con usted.
-Déjeme que le acompañe a la tienda.
-No, no, aquí está bien.
-Pero este no es lugar para la clientela.
-En serio, mejor aquí.
Así estamos solos.
-Bueno, pues dígame.
-Verá... Me siento muy avergonzado por confesarle esto.
-Bueno, no tiene que avergonzarse de nada.
-No estoy tan seguro.
Bueno, ayer cuando vine a hablarle del vestido de mi esposa, en realidad lo hice porque necesitaba verla a usted.
-¿A mí?
-Sí.
-Creo que no le entiendo.
-Sí que me entiende, Luisa.
-!¡¡Don Francisco!
-Créame que lo último que querría es hacerle daño a mi esposa.
Pero creí que el sentimiento era mutuo.
-Don Francisco, yo le agradezco muchísimo lo que ha hecho por mí, pero siento si en algún momento he podido... -Sí, sí, sí, está claro.
Que he interpretado mal su actitud hacia mí.
-¿Mi actitud?
-Don Francisco, ¿qué hace usted aquí?
¿Le podemos ayudar en algo?
-No, no, no, yo ya me iba.
Voy a buscar a mi esposa.
Señoritas.
-Mujer, estás más blanca que la pared.
¿Qué te pasa?
-Nada, mucho trabajo.
-Les ruego que presten la mayor colaboración para que realicemos nuestras diligencias.
-¿Lo hiciste por nosotros?
¿Renunciaste a él para que no nos quedásemos sin trabajo?
-Lo hice por las galerías, Rita, y lo volvería a hacer, no me arrepiento.
Solo espero no haberlo estropeado ahora.
-A la hora a la que se produjo este suceso.
-Muchas gracias, agente.
Bueno, ya no hay nada más que hacer, así que ya os podéis marchar.
-¿Estás seguro?
-Sí, ha sido solamente un robo.
No podemos hacer nada más.
-Señor Márquez.
Ya sabemos quién hizo la llamada.
Lo siento, don Alberto.
-Rita.
-Anoche no podía dormir y me pareció oír unos ruidos que venían de arriba.
Subí a las galerías y estaban desiertas, pero oí un ruido que venía de las plantas de arriba.
-Continúa.
-Llegué a la planta del despacho porque estaba la puerta abierta y vi a don Alberto en el suelo y entonces llamé a la policía.
-¿Y por qué no ha dicho nada hasta ahora?
-Tenía miedo de que me despidieran.
A doña Blanca no le gusta que estemos fuera de la residencia a deshoras.
-¿Y la chaqueta es suya?
-No.
La cogí prestada de mi compañera de cuarto.
-¿Vio usted al ladrón?
-Estaba oscuro.
-¿Le pido un taxi, señora?
-Gracias, Emilio.
-Ya lo ha pedido la secretaria.
-Una curiosa coincidencia.
Digo que se haya cometido un robo en las galerías precisamente cuando usted necesita dinero.
-Pues sí, yo también me he quedado muy sorprendida.
-Estará de acuerdo conmigo en que no son formas.
Don Alberto ha sido herido, la economía de las galerías... -Emilio, la lealtad no se demuestra pidiendo explicaciones, sino entendiendo cuándo no hace falta pedirlas.
-Tal vez lo mejor será hablar con don Alberto.
-Nadie va a hablar con don Alberto.
¿Lo ha entendido?
-Sí, señora.
-Eso espero.
-Disculpe, madre.
No quería asustarla.
-No me asustas.
Y no me llames madre.
-¿Y cómo quiere que la llame, entonces?
-No pretenderás aparecer aquí por las buenas y que me comporte como si fueras mi... -¿Hijo?
-Creo que deberías marcharte.
Estás perdiendo el tiempo.
-Pues lamento contrariarla, pero he venido aquí para quedarme.
¿Sabe?
Desde pequeño pensé que me había abandonado porque no tenía los medios suficientes para hacerse cargo de mí.
Pero ya he visto que otras personas han tenido más suerte y sí se ha podido ocupar de ellas.
Como de mi hermana, Carmen.
-Ni se te ocurra acercarte a ella.
-Tranquila, no voy a decírselo.
Pero espero que no pretenda ahora decirme lo que tengo que hacer con mi vida.
Creo que es un poco tarde, ¿no crees?
-Tranquilo, Alberto.
No lo pienses más.
Ha sido un revés.
Pero estoy segura de que la policía dará con el ladrón.
Además, no son todo malas noticias.
Mi padre ha hablado con el obispo y nos ha conseguido fecha para la boda.
Dentro de dos meses.
Así que piensa en eso y olvídate de todo lo demás.
¿Hablamos luego?
Voy a aprovechar para hacer unos recados.
-¿Estás bien?
-¿Y tú?
-Bien.
-No quería que Rita se echara la culpa, Alberto, no es justo.
-No va a pasarle nada, no te preocupes.
-Es que yo no creía que esto iba a ser así, mentirle a Cristina, mentirle a mi tío, Rita mintiendo por nosotros.
-Ya lo sabíamos, que no iba a ser fácil.
Pero vale la pena, ¿no?
-Pero a mí no me gusta mentir, yo no quiero mentir.
-Yo tampoco, y no tendría que hacerlo si no me lo hubieras pedido.
Lo siento.
Ana.
-Aquí no.
Que tenga un buen día, don Alberto.
-¿Has hablado con los del seguro?
-Esta tarde nos reunimos con ellos.
Ahora mismo lo único que quiero es olvidarme del tema este del robo.
Ha sido mala suerte, no podemos ya darle más vueltas.
-Lo del robo quizás, pero lo tuyo con Ana aquí es un error de principiante.
-¿Qué querías que hiciera?
-Veros en un lugar más discreto, Alberto.
No pensé que tendría que darte un cursillo acelerado de cómo lidiar con tus amantes.
-No la vuelvas a llamar así, Mateo.
-¿Cómo quieres que la llame?
-No lo sé, pero no la llames así.
Ana es la mujer de mi vida.
-"La mujer de mi vida".
Si es la mujer de tu vida.
¿Tú crees que se merece que os veáis así, a escondidas?
Ya no sois unos críos, Alberto.
Todos tenemos mucho que perder si esto sale a la luz.
Y más ahora que tenemos menos dinero para intentar levantar estas galerías.
-Menos dinero y menos tiempo.
Gerardo ha hablado con el obispo, ha fijado la fecha de la boda para dentro de dos meses.
-¿Vas a decírselo a Ana?
-No la voy a alarmar con algo que sé que no va a suceder.
Lo solucionaré.
-Es imposible que en dos meses recuperemos el dinero que... -No, pues cambiaré la fecha, hablaré con Cristina, no lo sé.
Pero yo te aseguro que no me caso.
-No se preocupe, este modelo es perfecto.
-Me gustaría cortar... - ¿Me he llamado, doña Blanca?
-Sí, Ana.
A partir de ahora se reducirán sus horas en el taller.
Calculo que con que le dedique seis horas diarias estará listo en dos meses.
El resto de la jornada tendrá que sacar adelante sus encargos.
-Perdone, no la entiendo.
-Mi padre ha movido algunos hilos y al final nos casamos en solo dos meses, Ana.
-¿Dos meses?
¿Y ya es seguro?
-Necesito que me confirmes que esta es la chica que te vio.
-¿Es ella, no?
-No.
-¿Es ésta?
-Sí.
-Escúchame, Patricia.
No pierdas de vista a Ana.
Sospecho que siguen juntos.
-¿Te casas dentro de dos meses?
Cristina me lo contó, pero esperaba que saliera de ti.
-Eso no va a suceder.
Esa boda no se va a celebrar ni en dos meses ni nunca, Ana.
Bienvenido a las galerías Velvet.
-¿Quieres que rebaje mi caché?
-Se trata de apostar.
Nosotros vamos a apostar por ti y tú apostarás por nosotros.
-¿Cómo fue?
Voy a llamar a mi padre.
-Tantos problemas tengo con tu padre ya por tu culpa.
¡Vete y deja de meterte en mi vida!
-Por tu hermana Clara, que últimamente está muy rara.
-¿No pasaría nada con don Mateo?
-Nos besamos.
-!¡¡Clara!
-Todos tenemos momentos de debilidad y a veces es imposible evitarlos.
-Espero que sepas lo que estás haciendo.
-Me han acabado de llamar de aquí, de una clínica de Madrid, que dicen que tienen plaza para mi marido.
-¡Ay, hija, qué alegría!
-Tu marido tiene una cama en el hospital gracias a mí.
-Y yo se lo agradezco.
-Si quieres que tu marido siga allí, ven a verme a esta dirección.
-¿Quién anda ahí?
-Estaba buscando el botiquín.
Tengo algunas deudas.
-Toma, para que arregles tus deudas.
Y ni se te ocurra pensar que voy a tratarte como a un hijo.
-Alberto, me estás haciendo daño.
-Eres una niña mimada y malcriada.
Te voy a decir una cosa.
No voy a permitir que hundas a las galerías.
¿Me oyes?
-Alberto, a mí no me amenaces.
-¿O qué?
-Acabo con esta pantomima cuando yo quiera.
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